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Opción por la Tierra como lugar teológico



Reflexión sobre el Evangelio de San Juan 10:11-18

Este es un pasaje que representa esperanza, esperanza en un mundo en donde nos enfrentamos a un sistema de muerte. Es preciso recordar que Jesús dice que él ha venido para que tengamos vida, y vida en abundancia. Este pasaje me ayuda a contemplar la vida y la de nuestras comunidades, y a su vez, me lleva a reflexionar sobre algunas interrogantes: ¿Será que estamos teniendo vida en abundancia? ¿Será que como humanidad nos estamos encaminando a una vida en abundancia? ¿Será que como cristianas y cristianos estamos trabajando para que la humanidad tenga vida en abundancia?, y más aún, ¿Qué pasa con todos los demás seres vivos con los que coincidimos en esta tierra? ¿Están teniendo vida en abundancia? O ¿No debe importarnos?

El día que escribo esta reflexión, se celebra el día de la Madre Tierra, y es que el llamarle “Madre Tierra” o “Pachamama” nos hace recordar la dependencia que tenemos de ella, de toda la naturaleza, nos hace recordar que somos seres que coexistimos, que dependemos unas y unos de otras y otros, que no sobreviviríamos si no tuviéramos un sol que bañara los campos, unas aguas que bajaran de las montañas, una tierra que nutriera y permitiera la germinación de la semilla que será el alimento para nosotras y nosotros y para otros tantos seres vivos. Sin embargo, para la Madre Tierra su papel ha ido perdiendo el reconocimiento y el respeto que merece, y ha tenido un recorrido sufrido, cruel y despiadado.

En 40 años se han reducido las poblaciones de vertebrados en un 58%. Dependemos de una agricultura insostenible, donde predominan los monocultivos, el uso de fertilizantes y pesticidas químicos. La deforestación aumenta debido al avance de la frontera agrícola, la urbanización, la ganadería y el uso de la madera como materia prima. La minería, que para extraer 0.01 onzas de oro, se necesita remover y destruir 2 mil libras de suelo y con ello se pierde toda la vida que pueda haber sobre él.

Todo esto, provoca el cambio climático que trae consigo tormentas, sequías, extinción de especies, enfermedades, incremento en el nivel del mar debido a derretimiento de los polos, lo cual es provocado por el aumento de la temperatura que se ocasiona por la acumulación de gases de efecto invernadero.

El Papa Francisco manifiesta en la carta encíclica Laudato Sí, sobre el cuidado de la casa común, que la madre Tierra, que es nuestra hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.

Muchas culturas relacionan ampliamente a las mujeres y a la tierra, porque ven en ellas las fuerzas que reproducen y posibilitan la vida, la tierra es mujer y la mujer es tierra. Según el Ecofeminismo, que une el feminismo y el ambientalismo, se violenta a la tierra como se violenta a la mujer. La tierra está para ser conquistada y dominada para servir al hombre, la mujer debe ser conquistada y dominada. Mujer y tierra son meros objetos. Y es que a lo largo de la historia hemos tomado cierto rumbo que nos ha llevado a encontrarnos con una crisis ecológica y a una crisis humana.

Ivone Gevara, una teóloga brasileña expresa en su libro “Intuiciones ecofeministas”: Desde el punto de vista de la ecología, la imagen patriarcal de Dios siempre se presentaba como dominadora de la naturaleza. En otros términos, la naturaleza parecía estar sometida a Dios y por eso entregada por Dios al hombre para que él la sometiese a su propio dominio. El ser humano masculino era el preferido de entre todas las criaturas, el que más se asemejaba a Dios, el que más se aproximaba a su ser creador. Esto desarrolló en el cristianismo una espiritualidad antropocéntrica y androcéntrica, centrada casi exclusivamente en el ser humano varón. La naturaleza y los otros seres vivos, la compleja trama biológica en la cual vivimos, estaban sometidas al servicio del hombre. Hoy los conocimientos científicos y sobre todo nuestra experiencia de mujeres, nos dicen algo diferente. Nuestra experiencia nos revela que estamos inmersas e inmersos en “un no sé qué”, en algo en el cual somos y existimos con todo lo que existe.

La solución ante la crisis ecológica en la que estamos envueltas y envueltos, es transformar la actitud que explota a la naturaleza y a la mujer y eso exige luchar de varias formas y espacios para rescatar la feminidad de la tierra y de las mujeres como fundamento para construir una sociedad nueva.

El papa Francisco menciona también en Laudato Si: “Si la crisis ecológica es una eclosión o una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad, no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano”.

Hermanas y hermanos, en este día, recordemos cómo esa madre Tierra nos ha acogido y nos ha brindado todo lo necesario para sobrevivir, tal como lo hace una madre, a pesar de que la hayamos lastimado, ella aún nos abraza con las fuerzas que le quedan y lo hará hasta con el último aliento.

Hoy, les invito a que podamos sanar nuestra relación con la naturaleza a tal punto de tener una relación de iguales y trabajar y luchar para que ella también tenga vida, y para que la tenga en abundancia.

Y para esto podemos iniciar con acciones simples y concretas:

  • Primeramente reconociendo que la humanidad no somos seres superiores, sino que somos seres interdependientes que coexistimos en este espacio físico.

  • Que no podemos continuar con este sistema de vida lineal, como si la naturaleza fuera infinita, llevando una vida desechable que hace que solo acumulemos basura que no somos capaces de procesar.

  • Valorando y cuidando los recursos que utilizamos día con día, que para nosotras y nosotros son tan comunes que olvidamos su vitalidad, y que cuando nos falten también nos faltará la vida.

  • Generando la menor cantidad de desechos que en su mayoría no son degradables en el tiempo necesario, como los plásticos que son derivados del petróleo, que van a contaminar nuestros ríos, lagos, mares y que pasan cientos de años antes de desaparecer, dejado una huella imborrable.

Con todo esto, quiero recordarles que la vida es amplia y compleja, que la humanidad pudimos haber perdido el rumbo de caminar con ella aprendiendo de su diversidad y de su sabiduría por nuestro complejo de superioridad, pero que Dios también sopló vida en ella, y su reflejo permanece en cada detalle, por esa razón le consideró bueno en gran manera.

Atendamos al llamado de Dios de dar vida en abundancia a toda la tierra.

Amen

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