SEXUALIDAD, PLACER Y BIBLIA (Parte I)
La biblia, históricamente se ha leído como un libro de moral en el cristianismo. Y actualmente se tienen posturas equivocas sobre el tema de la sexualidad en la Biblia. Se hace una interpretación que en los escritos del Antiguo y en el Nuevo Testamento se condena el placer en la sexualidad, llegando a concluir que es “pecado”, incluso condenando el mismo acto y placer sexual como tal. Sin duda se olvida que al momento de leer la Biblia se debe tener en cuenta el contexto socio-histórico en el que surgen los textos.
En este artículo haremos un análisis sobre si los relatos que son utilizados para fundamentar la moral heterónoma sexual por la cristiandad, son relatos que apuntan a la condenación del placer sexual o son relatos que surgen en otros contextos y lo que quieren transmitir es otra realidad.
En Israel la sexualidad no es sacralidad, como lo era en la religión de otros pueblos (Babilonia, Persia, Grecia, etc.). Sin embargo, la sexualidad y el placer no son condenados, ni mucho menos mencionados en los textos que son utilizados por los fundamentalistas para argumentar que el placer sexual es condenado por Biblia.
En la Biblia no hay ninguna oposición por el tema de la sexualidad y placer. No es un tema central la sexualidad (a acepción un poco del Levítico). La actitud Bíblica de la sexualidad, es bastante neutral. Ni se sacraliza la sexualidad, ni se sataniza. Tampoco es ingenua (lo del adulterio de David 2Samuel 11-12). Por ejemplo, el Cantar de los cantares propone un amor en libertad (cfr. Cant. 6, 3).
1. Perspectivas concretas: la relación entre basar y nefes
Para adentrarnos en el tema es fundamental comprender la relación fundamental entre carne y espíritu.
En la Biblia, “basar”, en su primer sentido es la carne, la manifestación concreta de la “nefes” (espíritu) que nunca está separada de la carne. Se dirá entonces que el “hombre y mujer es carne” y no que tiene una carne. Y esto caracteriza el aspecto exterior sensible corporal del ser profundo. Como tal la palabra «carne» connota un aspecto de fragilidad pero no un sentido moral peyorativo. En definitiva decir que el hombre y la mujer es carne (basar) es caracterizarlo por su aspecto exterior, terreno, por lo que le permite expresarse a través de esa carne que es su cuerpo, que caracteriza a la persona humana en su condición terrena. En este sentido toda criatura, incluso el ángel (Ez 10, 12) puede ser llamada «carnal». Es, por tanto, la condición humana en su fragilidad, su finitud y su dependencia así, para indicar al «yo» en lo que tiene de más encarnado, el sufrimiento (Job 14, 22) el miedo (Sal 119 y 120), la alegría (Sal 84,3), el deseo (Sal 63, 2), acude espontáneamente la palabra «basar» a la pluma de los escritores bíblicos. Del Antiguo al Nuevo Testamento pasa esta misma terminología para oponer el hombre a Dios «De la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu» (Jn 3, 6). Por tanto “basar” es carne espiritualizada.
Por tanto, el cuerpo vendría a ser la dimensión del ser humano con la cual se relacionara con los otros. Cuerpo (carne) es una realidad espiritualizada, no es condenado por Dios en ningún momento. Y el cuerpo es la presencia real significativa donde habita el espíritu de Dios (cfr. 1Cor 6, 19). Podemos relacionar que la sexualidad y el placer como tal según lo planteado, es una dimensión espiritual de la carne.
2. Génesis y el tema de sexualidad
Pasemos hoy al recorrido de los textos del Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, comprendiendo el contexto por lo menos del libro del Génesis, que es manipulado por los fundamentalistas para condenar el placer sexual.
Podemos recordar que en la obra del Génesis hay acentos de la Tradición Sacerdotal (Exilio en Babilonia 597 a. C.) y acentos más antiguos en la obra (en tiempo de la Monarquía 950 a.C.). Y que de algún modo estos escenarios históricos- sociales y políticos construyen paradigmas que permean el mensaje de los textos. Los contextos donde son redactados los textos bíblicos condicionan el mensaje de los escritos.
2.1.2. ¿Hablamos de sexualidad en Gn 1?
Roman Flecha nos recuerda que «al hombre» Adam es aquí colectivo: los hombres, la humanidad. Todo el capítulo usa singulares colectivos. «Según nuestra imagen (selem), como nuestra semejanza (demüt)»
Selem significa una imagen plástica, una estatua, un ídolo, en cuanto que es copia o representación de un modelo; puede significar también copia, imitación (Sal 39,7; 73,20: sombra, espectro).
Demüt es término abstracto, derivado del verbo damah, «ser igual»: equivale a igualdad, semejanza, y puede usarse como concreto con sentido de copia: así el rey Ajaz tomó modelo (demut) del altar de Damasco para hacer uno igual en Jerusalén (2 Re 16,10). A veces selem y demut se comportan como sinónimos: en 1,27 y 9,6 se usa sólo selem; en 5,1 sólo demut; en 5,3 los dos, pero en distinto orden e intercambiando las preposiciones. En Ez 23,14.15 las figuras de caldeos pintadas en la pared son primero selem y luego demut. Según esto, no parece admisible la interpretación de que el hombre es una imagen que sólo tiene cierta semejanza con el original, pero que no es igual. Más bien se trataría de una imagen muy bien hecha, con mucho parecido con el original.
Siguiendo la lógica que mencionábamos al inicio, carne y espíritu, no son dos realidades diferentes que se contrapone, más bien “son”, ser imagen y semejanza de Dios, implica que hasta en lo sexual somos imagen y semejanza a Dios.
En conclusión, en este texto de Gn 1, no se está abordando en ningún momento una postura hetenóma sobre la sexualidad humana, ni mucho menos encontramos la condenación al placer sexual como tal.
2.1.3. Lo que pretende expresar la imagen de Dios: el amor de Dios
Según el contexto del relato, Dios todo lo hace bien y lo pone en manos del ser humano. Todo lo prepara para la creación del hombre y de la mujer y para que puedan vivir. En la creación de la persona humana el verbo “crear” se repite tres veces (v.27), para un solo acto en el que crea al hombre y a la mujer.
En la creación del ser humano se dice que es “imagen de Dios” y “semejante a Él”. Para aquella mentalidad, la imagen implica una relación de realismo respecto a lo imaginado.
La “imagen” de la persona a quien representa tiene una fuerza inmensa. De hecho, entonces, para hacer un pacto, no iba el rey, sino una imagen pintada del rey y era como si el rey estuviese presente; la imagen tenía un valor contractual. Aquí se nos dice que la única imagen posible de Dios es el ser humano. Están prohibidas todas las otras imágenes de Dios. Con la persona humana introduce una imagen amorosa de Dios.
La humanidad creada por Dios está preñada por el amor de él. Y la sexualidad humana es la expresión del amor de Dios.