TEOLOGÍA DEL RON: Lo que la Habana me dejó
Lucas 10:30-35. Jesús respondió: Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. 32 Así también llegó a aquel lugar un levita y al verlo, se desvió y siguió de largo. 33 Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba el hombre y viéndolo, se compadeció de él. 34 Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. 35 Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo le dijo, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”.
Hace poco leí, y no sé qué tan cierto sea, que Ernest Hemingway decía que “El ron es la clave de la resolución de todos los problemas de la vida”. Quizá algo de verdad tendrá esa frase…
La palabra “ron” proviene del término inglés “rumbullion” que significa “gran tumulto”. De rumbullion, pasó a ser conocido como rum en inglés, rhum en francés y ron en español. También se empleó para referirse a este popular destilado el término inglés “kill devil”, que significa “mata demonio”.[1]
El Ron proviene del jugo y la melaza de la caña de azúcar. La melaza es un líquido espeso y marrón oscuro que queda como subproducto de la fabricación del azúcar. Tras un primer proceso de fermentación, se procede a la destilación en alambiques, lo que le confiere un alto grado alcohólico que se tiene que rebajar con agua hasta los 35-40% para comercializarlo. Posteriormente puede ser envejecido en barricas de roble, es el proceso de añejamiento. A diferencia de otros destilados, el ron conserva los aromas de la materia prima con la que se elabora.
Ahora bien, iniciemos este recorrido. En mi caminar dentro del cristianismo, he tenido la oportunidad de conocer personas con diferentes creencias e ideologías, personas conservadoras y otras liberales, en fin, ninguna mejor que la otra, solamente experimentando una espiritualidad de forma diferente que la otra.
En ese camino, también me he encontrado con personas que intencionalmente han hecho daño, a mi o a otras personas, lo cual me ha mostrado el vacío e infelicidad que tienen esas personas. Pero, a raíz de esas experiencias, también he logrado discernir el valor que poseen aquellas amistades que caminan junto, y al lado mío, sin querer poner el pie para que el otro caiga. Esas amistades que son pocas y que se vuelven familia, valen más que cualquier cantidad de dinero, valen más que cualquier institución o religión.
Recuerdo la letra de una canción que de pequeño la escuchaba y dice: “… Los caminos de la vida, no son como yo creía, no son como yo pensaba”. Porque ciertamente hay caminos más difíciles que otros, pero también porque en esos caminos nos encontramos con personas que pueden ser ayuda o bien un tropiezo. Porque, así como la vida nos trae muchas alegrías y victorias, también nos regala desilusiones y heridas.
Entre tantas interrogantes y esfuerzos por entender por qué algunas personas se empeñan en seguir dañando o causando discordia entre grupos afines, solamente me queda recordar la fascinante fábula de “La luciérnaga y la serpiente”.
Cuentan que una serpiente comenzó a perseguir incansablemente a una luciérnaga. La luciérnaga, ágil y veloz, huía de su feroz perseguidora, pero la serpiente no desistía en su empeño. Durante días, la escena se repitió: la luciérnaga escapando y la serpiente siguiéndola sin tregua. Al tercer día, exhausta y sin fuerzas, la luciérnaga decidió enfrentar a su cazadora y le planteó una interrogante: ¿Puedo hacerte tres preguntas?
La serpiente, sorprendida por la petición, pero segura de su próxima víctima, accedió: No suelo conceder esto a nadie, pero como te voy a devorar, adelante, pregunta.
La luciérnaga, con voz temblorosa, preguntó: ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
La serpiente respondió con un tono de indiferencia: No.
La luciérnaga continuó: ¿Te he causado algún daño?
Nuevamente, la serpiente negó con desdén: No.
La luciérnaga formuló su última pregunta: Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?
La serpiente, con una mirada fría y despiadada, le respondió: ¡Porque no soporto verte brillar!
Y es que a veces las respuestas son tan evidentes, que solo es necesario detenerse y observar, porque todo cae por su propio peso.
Así que ahora, después de algunos años, he vuelto a dar pasos sobre un camino dañino, inhumano y peligroso. Un camino donde me esperaban “ladrones” dispuestos a cometer su objetivo; y como aquellos ladrones que Jesús narraba en su parábola, robaron, golpearon y huyeron, dejando atrás a un ser humano entre la vida y la muerte. Me sigue pareciendo irónico que muchos cristianos y cristianas, levanten la bandera de justicia y de paz, que exijan respeto y derechos, sin siquiera poderlos poner en práctica en sus propias vidas y espacios.
Pero volviendo a la parábola que Jesús enseñaba, se dice que un samaritano se detuvo al ver aquella escena del hombre moribundo; y sin pensarlo dos veces, le ayudó y le cuidó. Es importante notar que la pericopa es enfática en señalar el cuidado que el samaritano tuvo con aquel hombre. Sin importar su origen, sus creencias, su forma de vida o el por qué estaba ahí tirado, lo cuidó.
Se cuenta que una estudiante le preguntó una vez a la antropóloga y poetisa Margaret Mead cuál consideraba ella que era la primera señal de civilización en una cultura. La estudiante esperaba que la antropóloga le hablara de anzuelos, cuencos de arcilla o piedras para afilar, pero su respuesta fue “Un fémur fracturado y sanado”.
Al ver la cara de sorpresa de la alumna ante su respuesta, Mead le explicó que, en la naturaleza salvaje, cuando un animal sufre un accidente y se enferma, al romperse una pata por ejemplo, muere sin remedio al no poder sobrevivir por sí solo, ya que en tales circunstancias, no puede huir del peligro ni ir al río a beber agua ni cazar para alimentarse. De esta manera, se convierte en una presa fácil para sus depredadores.
Ningún animal sobrevive con una pata rota el tiempo suficiente para que el hueso sane. Por eso, los restos arqueológicos hallados de un fémur roto procedente de un homínido con signos de haber sido curado por otro homínido es el primer signo claro de civilización. Es la prueba de que alguien se tomó el tiempo para cuidar a otro ser herido y se quedó con él hasta que estuvo curado. «Ayudar a alguien a atravesar la dificultad es el punto de partida de la civilización».[2]
Sin embargo, la enseñanza de Jesús mediante la parábola del buen samaritano, nos demuestra que cuidar del herido y proteger al indefenso, más allá de ser un signo de civilización y de amor al prójimo, es haber comprendido que caminar con Dios, es ayudar a que mi prójimo logre calmar su dolor. Es eso exactamente lo que experimenté hace unos días en mi visita a Cuba, cuando tres amistades me acompañaron, me sostuvieron y fueron solidarios con mi dolor. A pesar de una situación complicada, perversa y de mal gusto, se quedaron conmigo mientras se atravesaba la dificultad. Eso fue encontrarme de nuevo con el Jesús del camino, con ese Dios que camina con los descalzos.
Darlys, Rudiel y Loyet, quienes merecen ser nombrados por su amor, solidaridad y humanidad, más allá de un cristianismo religioso al cual puedan representar. Porque sin quizá saberlo o entenderlo, hicieron de un camino peligroso y difícil, un camino seguro y ligero para mí. Porque en vez de dar la espalda, ofrecer rechazos y juicios, ofrecieron una sonrisa, un abrazo y una palabra de ánimo. Porque me dieron un asiento en sus mesas, porque compartieron de lo suyo, porque me abrieron un espacio en medio de su círculo más íntimo, porque me dieron paz en medio del desastre, porque el rostro de la Divinidad que irradiaban, fue tan real y tan conmovedor como aquellos brindis que tuvimos en medio de la mesa con una copa de ron.
Como mencionaba al inicio, uno de los procesos más importantes en la producción del ron, es la “destilación”. La destilación es una técnica de separación de sustancias que permite, valga la redundancia, separar los distintos componentes de una mezcla, se trata de una purificación y separación. La destilación del ron, separa el alcohol del agua y elimina impurezas y sabores indeseables.[3]
Es acá, en este punto de mi vida, en estas experiencias agridulces, en donde me hace ruido la teología y el ron. Porque la destilación también es necesaria en mi caminar teológico. No todos caben en mi barca, ni a todos quiero remando conmigo, porque necesito a los y a las que traigan colores y sabores a mi vida, no a las personas que pudran el proceso de purificación. Porque necesito seguir eliminando las impurezas en mi vida y los sabores indeseables que distorsionen el buen sorbo de la vida. Es así como seguiré eliminando y separando de mi vida a esas personas que se detienen por el camino a lanzar piedras y poner obstáculos.
Sin embargo, necesito en mi caminar a todas aquellas personas que en el camino se detienen para abrazar, cuidar y aliviar el dolor ajeno, porque son personas que han entendido el mensaje del reino y la voz profética del Nazareno.
Así que, con alegría, gozando de los regalos que me da la vida y con esta copa de ron en mi mano, brindo a la distancia por ustedes, Darlys, Rudiel y Loyet. Pero también por otras personas más a mi alrededor que han permanecido conmigo, que suman felicidad y buena vibra... Y con aquellas palabras proféticas me despido: "La historia me absolverá" (Fidel Castro Ruz)
Nuevamente gracias, por recordarme que la Divinidad sigue caminando a mi lado...
P.D.: Aunque me duelan las piernas, sé que algún día, caminaré de nuevo junto a ustedes por las calles de la Habana…
[1] Historia y origen del ron. https://cuberspremium.com/es-es/blog/ron-origen/#:~:text=La%20palabra%20%E2%80%9Cron%E2%80%9D%20proviene%20del,franc%C3%A9s%20y%20ron%20en%20espa%C3%B1ol.
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