DESCUARTIZANDO A DIOS
Tuve la dicha de haber nacido en un hogar cristiano, y con cristiano no me refiero a “evangélico”. Me refiero a que mis padres creían en un Dios trino, pero cada uno seguía sus creencias a su conveniencia o preferencia. Mi padre católico y mi madre evangélica. Esa mezcla de creencias, costumbres y experiencias religiosas, pienso ahora, que fue lo que dio inicio y a su vez formó mi caminar diario con Dios.
De niño, como muchos niños, fui enseñado a temer a Dios, y hablo de miedo, más que de respeto; a que debía hacer lo “correcto” para que Dios me “bendijera”. Entonces, fui formando en mi mente a un Dios de recompensas; así que si yo hacía lo bueno, recibía algo bueno de parte de “Dios”. Jamás pude darme cuenta que estaba actuando como un perro amaestrado, a quien se le da una galleta por haber hecho alguna pirueta. Fui formando en mi vida, así como también fomentando en la vida de otros, la idea de un Dios manejado por un switch o interruptor de luz, o sea que, lo encendía y ahí estaba Dios, lo apagaba y aunque ahí seguía, no se involucraba en nada de mi vida, hasta que de nuevo por la noche o quizá en algún servicio de la “iglesia” lo volvía a prender.
Perdón por ser tan ilustrativo, pero esa era mi triste realidad, y se, que aunque a muchos no les parezca, es la realidad que vivieron, o quizá que aún viven. Perdón nuevamente, pero ese no es el Dios de la Biblia, ese no es YAHWEH, no es el “Dios con nosotros”, el Dios de la vida. No, no es ese, fue cambiado por uno castigador, cruel, déspota y maquiavélico.
Ahora no tengo dudas de que Dios, desde la existencia de la humanidad, y no hablo de la creación bíblica, porque eso es un mito, sino que desde los inicios que aún desconocemos, pero que algunos hablan de teorías; y no me detendré en eso, porque no es el fin de esta obra. Pero ciertamente Dios ha sido un Dios de relación, que ha deseado caminar con la humanidad, que ha deseado coexistir con cada uno en su diario vivir, sin restricciones legalistas impuestas por el “hombre”, sin restricciones de puertas y paredes, ni reglas exorbitantes. Dios aun desea caminar junto contigo y conmigo, para ofrecernos vida y libertad.
El evangelio que muchos aun predican, promueven y defienden, es un evangelio medieval. Lastimosamente, eso que llaman “espiritualidad o espiritual”, que no es más que religiosidad egocéntrica y arrogante, es lo que a mi parecer, ha descuartizado al Dios verdadero, al Dios de la vida. Ese deseo constante de los religiosos por etiquetar a una persona por su estilo de vida, por ser jueces cuando no les corresponde, por decidir quién es aceptado para Dios y quien no lo es. Todo eso es una total y repugnante basura. Eso no es lo que Cristo enseñó y ni siquiera es lo que los primeros cristianos demostraron en sus comunidades. Da mucha vergüenza cómo las buenas nuevas de las que Jesús habló un día, se han distorsionado a conveniencia y manipulación de seudo líderes.
Hace unos pocos años atrás, tuve ciertas experiencias desagradables en las que, por A o B motivo, fui llevado a la banca de los acusados porque mis decisiones o estilo de vida no correspondían a lo que un “jefe”, porque no puedo llamarle líder, desechó y juzgó como inadecuada. Irónicamente lo que a mí me trajo vida, para ellos y algunos otros más, fue considerado anticristiano, sobre todo antievangélico, ¡Que absurdo! Pareciera que retrocedemos a los años de la inquisición donde los “herejes” eran castigados cruelmente por un tribunal que consideraba sus ideas como una ofensa religiosa y social. Nuevamente, sobresale en una era postmoderna, un evangelio medieval, descuartizando la gracia de Dios.
No sé exactamente hasta donde llegaremos con enseñanzas tan crueles y mágicas. No tengo idea de lo que les dejaremos a las nuevas generaciones. Desconozco la percepción que tendrán las nuevas generaciones de Dios; y eso me inquieta. Pero considero que mi compromiso como cristiano y teólogo, es luchar porque la Biblia y Dios mismo, sean presentados con veracidad, invitando al ser humano a la vida y no a la muerte, a la libertad y no a la opresión, a la inclusión y jamás a la exclusión. Pongamos las piezas en su lugar, reconstruyamos y dejemos entrar en nuestras comunidades de fe, al Dios de la vida y de la historia.